Sueños de gloria que los personajes que nos presenta Antonio
Cabello ya alcanzaron en los ruedos, dibujando lances y pases y embestidas
de sus toros, y en las ondas, con palabras que cantaron precisamente
lances, pases y embestidas.
Cada retrato proporciona tanto la sensación visual de acercamiento al
personaje como la percepción psicológica del retratado. A sus retratos
pictóricos, no es errónea la definición, aún siendo pintados con la cámara
oscura, en su posterior proceso se les dota de alma. Los vestidos de
torear y los fondos, cuando existen, son complemento de la persona. Y la
técnica digital del autor hace saltar todos los resortes de la composición
pictórica acercándose a la del pintor, sin suplantarla y con personalidad
propia, pero con una expresividad que se expande por la obra, mucha de
ella de gran formato. Me sorprende, quizá por conocer mejor al
protagonista, el retrato de Matías Prats, de aire velazqueño y que
recuerda por su solemnidad el del Papa Inocencio X.
¿Cómo consigue huir Antonio Cabello del hiperrealismo de la fotografía
para adentrarse en el más puro impresionismo sin que el pincel, vehículo
entre la paleta y el lienzo, intervenga? Ese es el secreto de su técnica
que debemos respetar, pues de ese misterio, además, se beneficia el
retratado y también los que contemplamos admirados su obra. Es la
consecuencia, probablemente digital, de un estudio exhaustivo y un no
menos profundo conocimiento de las técnicas de la pintura cuyo resultado
le hace entroncar con los retratistas isabelinos, Vicente López o Federico
Madrazo, o los de la sociedad de la Restauración, Palmaroli, Casado del
Alisal, Raimundo Madrazo, Moreno Carbonero, Joaquín Sorolla, Álvarez de
Sotomayor, Manuel Benedito, López Mezquita, Anselmo Miguel Nieto, y los
más próximos en el tiempo, Enrique Segura y su hermano Agustín y el
maestro de maestros Félix Revello de Toro.
Hago mías las palabras de Manuel Alcántara: <<Un retratista, para
serlo, tiene que ser un gran psicólogo, ya que un retrato no es bueno si
no hay parecido, pero tampoco lo es si solo hay parecido. Es necesario que
en el mismo lienzo se deposite esa invisible sustancia mágica que llamamos
talento para que lo que fue lino en el campo se convierta en obra de
arte>>, o sea, <<sombra de la divina perfección>>, ahora
en palabras de Miguel Ángel.
Es la obra de Antonio Cabello la de un extraordinario fotógrafo, con
conocimientos y sensibilidad de pintor, plena de talento, pues fija con
sabiduría los píxeles lumínicos en lo que solo fue lienzo en el campo,
acercándose a esa sombra de divina perfección que son sus Sueños de
Gloria.
José María Sotomayor
Presidente de la Asociación Taurina Internacional de
Documentalistas y Estadísticos .