Artículo fotográfico
Fecha de publicación : 1 de Septiembre de 2014

En Palma de Mallorca: Una, y sólo una, foto al día.


Hace 17 años leí el artículo fotográfico "En los bosques de Minnesota", de Jim Brandenburg. Se trataba de un reportaje publicado en la versión española de la revista del National Geographic, en el que el autor contaba como durante la estación del otoño - justo desde el equinoccio de otoño hasta el solsticio de invierno - se había dedicado a tomar una fotografía diaria en los bosques de Minnesota. Una única exposición cada día, durante 90 días consecutivos. Esta extraña auto-imposición de hacer una única toma diaria, según el autor, le iba a proporcionar una ocasión excelente para lograr renovar su visión de un espacio natural que ya conocía bastante bien, puesto que él vivía en esos bosques.

Me pareció una idea insólita, yo casi diría que horripilante. ¡Sólo una fotografía cada 24 horas! ¡Sin darse a sí mismo una segunda oportunidad! Una limitación tan rígida que, sin duda, produciría un estrés casi insoportable para el pobre fotógrafo a la hora de decidir cuando realmente merece la pena apretar el disparador. El propio Jim Brandenburg lo decía en su artículo, hablando de una de las 90 fotos que formaban parte del reportaje: "Aquella mañana renuncié a la posibilidad de algunas tomas tentadoras: una hilera de grévoles jóvenes parados en posición de firmes sobre un tronco, unos cutos arrendajos funestos dispuestos a posar con aire cómico. En cambio, decidí tomar una fotografía del musgo, las setas y los árboles".

Eso era lo peor, a mi modo de entender. Seguro que en un día entero siempre surgirán varias posibilidades de hacer fotos interesantes. La cuestión es: ¿Cómo saber, a priori, cual de ellas será la mejor del día? ¿Cómo disparar, ante una posibilidad prometedora, sin saber si unos minutos después se presentará una situación aún mejor? ¿Qué se sentirá al final del día si, después de haber dejado escapar excelentes ocasiones, se acerca la hora límite sin haber llegado a tomar una foto aceptable? ¡Porque no tomar todas las fotos que se quiera y luego elegir la mejor! Jim Brandenburg daba su explicación en el texto que acompañaba a las fotografías: "Cada fotografía debía ser un original, como una pintura, y no la mejor imagen seleccionada entre rollos de encuadres similares".

Pero dicho esto, el propio Brandenburg me daba la razón al reconocer en su artículo que en varias ocasiones se apoderó la angustia de él, como aquella jornada en que: "El día era triste y lóbrego y mi estado de ánimo reflejaba el tiempo . . . cansado, hambriento y empapado, estaba a punto de llorar. Me recriminaba el haber pasado por alto varios retratos de ciervos . . . y de una nutria juguetona . . . De pronto, la ocasión se reveló en una única hoja de arce rojo que flotaba sobre un estanque de aguas turbias. Mi estado de ánimo mejoró de golpe en el instante en que la vi. Aunque la luz era escasa y estaba a punto de desaparecer, estudié la escena desde todos los ángulos. Finalmente, sin estar seguro de mi elección, apreté el disparador". En efecto, tomar una única toma al día no sólo implica hacer una única foto, sino que exige hacer una única toma. ¡Que es algo mucho pero! Normalmente, cuando vemos una escena que nos interesa, solemos hacer varias tomas con la idea de quedarnos luego con la mejor. Al menos eso es lo que suelo hacer yo. Pero con la draconiana regla de Jim Brandenburg eso tampoco es posible: ¡una única toma es una única toma!

La experiencia debió ser angustiosa. Pasar por alto escenas atractivas y dejarlas escapar por la simple especulación de que más adelante se presente una oportunidad mejor que luego, posiblemente, no se llegué a materializar, suena como algo muy desagradable. Lo escribía así Jim Brandenburg: "Al igual que mis vecinos animales, luchaba por seguir el paso de aquellos días con creciente rapidez. A menudo terminé captando la imagen del día bajo la última luz".

Durante los tres largos lustros que han trascurrido desde que leí aquel reportaje en la revista del National Geographic no he conseguido olvidarlo. A pesar de que lo presentía como una experiencia desagradable, siempre me pareció una idea tentadora hacer algo similar y este verano se me presentó una oportunidad de hacer algo relativamente parecido, pero . . . ¡de una forma mucho más ligera! De hecho ni siquiera se trataba de un viaje fotográfico ya que, por unas circunstancias que no vienen al caso, había ido una semana larga a Palma de Mallorca, pero sin la idea de tomar fotos. Estando ya allí se me ocurrió que por probar durante cinco días no perdía nada pero, eso sí, yo sólo dispondría de unas tres o cuatro horas diarias para hacer la "foto del día", ya que el resto del tiempo lo tenía que dedicar a otros asuntos.

Se trataba de aprovechar las horas que tuviera cada uno de los siguientes cinco días para tomar una, y sólo una, fotografía de una ciudad que conozco relativamente bien: Palma de Mallorca.

Estas son las cinco fotos que tomé:


Primer día: jueves, 07 de agosto de 2014, 14:25:08

(c) Mamuga

El primer día me precipité. Comencé a tomar fotos a eso del mediodía, en un lugar de Palma que me gusta mucho: "Es Jonquet". Se trata de un antiguo barrio de pescadores "oculto" en pleno centro de una ciudad moderna, como es Palma. Un espacio relativamente desconocido, porque cuesta trabajo encontrarlo, donde se respira un ambiente de otro tiempo: blancas casas mallorquinas, molinos tradicionales . . . y una excelente vista de la Bahía de Palma de Mallorca. Después de casi un par de horas paseando por allí en busca de mi "foto de día" no me decidí a tomar ninguna instantánea. La luz era muy mala. Todo me parecía demasiado tópico. Un poco defraudado decidí salir de "Es Jonquet" y, nada más salir, me encontré una pintada en una pared (más bien parecía un papel pegado) en la que se veía un pez que no supe identificar, aunque me recordaba a un pescado muy mallorquín: la llampuga. Estuve allí un rato pensado: "¿La hago? ¿No la hago? ¿La hago? ¿No la hago?" . . . y casi sin querer, terminé apretando el disparador. Luego, en el Paseo Marítimo, me encontré una exposición fotográfica al aire libre. Sobre una de las fotos expuestas en plena calle caía la sombra de una palmera, mientras una atractiva pareja se quedaba embelesada mirando la fotografía. Me hubiera gustado captar ese momento . . . ¡pero ya había hecho la foto del día!


Segundo día: viernes, 08 de agosto de 2014, 20:06:13

(c) Mamuga

El segundo día no llegué a sacar la cámara del hotel. En realidad se trataba de una imagen que ya había visto el día anterior y que no puede tomar por la tonta auto-restricción de no hacer más de una foto al día. La vi a una hora que recuerdo perfectamente: las ocho y ocho de la tarde. Y, como se trataba de una escena estática, que se iba a repetir cada tarde en mi propio hotel, no tuve más que esperar veinticuatro horas para tomar la fotografía. Un cuarto hora antes del momento en que la luz de la tarde producía unas sombras, profundas y lejanas, de una lámpara que me resultaban sugerentes, me volví a pasar por el pasillo donde estaba la lámpara y no tuve más que esperar a que el sol fuera bajando, hasta que las sombras fueran similares a las que había visto el día anterior. Sólo pasaron unos minutos cuando llegó un momento que me hizo pulsar el disparador. Me hubiera gustado probar con otros encuadres, pero tuve que decidirme por uno y me quedé con el que se ve en la foto de arriba.

Tengo que reconocer que, en este caso, hice una pequeña trampa: el sexto día, justo después de haber finalizado este experimento, me pasé a la hora justa por del pasillo donde estaba la lámpara esférica que producía las sombras sugerentes y me vengué plenamente: ¡Por lo menos tomé treinta fotosseguidas de la lámpara y sus sombras! Pero esas fotos no las puedo mostrar aquí. ¡Las hice después de haber terminado este juego!


Tercer día: sábado, 09 de agosto de 2014, 21:04:48

(c) Mamuga

Estuve todo el día dándole vueltas al tema. Estaba un poco preocupado porque no iba a empezar a tomar fotos hasta muy tarde y eso reducía bastante las posibilidades de encontrar una buena situación. En realidad no salí del hotel hasta que fuimos a cenar. Habíamos seleccionado un restaurante "de los de toda la vida", que nos gusta mucho, en Puerto Portals: El Restaurante Flanigan. Como teníamos mesa a las nueve y media de la noche, nos fuimos una hora antes para dar un paseo y ver las "tiendas pijas" de este puerto de lujo, donde atracan sus yates los pastueños alemanes. Pasee por las galerías donde están las tiendas y enseguida me encontré con una situación que acabó con mi preocupación: Al final de la una galería había una foto de David Beckham, de un tamaño considerable, en blanco y negro. Me gustaba la foto de Beckham y me gustaba también el encuadre y también la diferencia de luces: cálidas en el interior de la galería en que me encontraba yo, y frías en el exterior. Estuve esperando un rato a que pasara alguien interesante para aportar un "factor humano" a mi foto, pero no vi a nadie que me resultara atractivo y la lubina a la sal que me esperaba en el Flanigan ya me estaba produciendo jugos gástricos; así que decidí tomar las foto sin más, al fin y al cabo el propio Beckham ya aportaba un toque humano a la escena.

En realidad Puerto Portals no pertence a Palma de Mallorca, sino a Portals Nous . . . pero está muy, muy, muy cerca de Palma.


Cuarto día: domingo, 10 de agosto de 2014, 20:13:29

(c) Mamuga

El cuarto día estaba muy tranquilo. Tenía bastante tiempo para dedicarme a tomar la fotografía de la jornada y decidí probar en el casco antiguo de la ciudad. Es una zona que conozco bien y tenía planeado hacer una foto en alguno de los típicos patios de las casas señoriales de Palma de Mallorca. Iba a ser una foto sin riesgo, porque los patios son muy fotogénicos y, aunque la inmensa mayoría están cerrados al público (cosa que no entiendo demasiado bien, por cierto) es muy sencillo tomar una fotografía desde el exterior. Estuve dando un garbeo por este bonito barrio palmesano, intentando decidir cuál de los patios me gustaba más cuando, al final de una estrecha callejuela, divisé a una persona parada observando no-sé-qué. Se me cruzaron los cables y tomé la foto sin meditarlo demasiado. Por un instante tuve miedo, porque era un contraluz rabioso y uno nunca está muy seguro de cómo quedará al final un contraluz rabioso. Pero en mi experimento yo tenía una ventaja enorme sobre el trabajo original de Jim Brandenburg: yo puedo ver las fotos inmediatamente después de haberlas tomado, porque uso una cámara digital, así que miré el resulto y . . . . ¡menos mal, la foto era aceptable!


Quinto día: lunes, 11 de agosto de 2014, 22:20:30

(c) Mamuga

El quinto, y último, día fue el peor de todos. Comencé muy tarde y no veía nada que me gustara. Empecé a asustarme pensando que al final no iba a lograr mi objetivo de conseguir cinco fotos, tomadas en cinco días consecutivos, haciendo una única foto cada día. A última hora de la tarde, sin muchas esperanzas de hacer una foto decente, nos metimos a cenar en el restaurante "Misa", que se trata de un originalísimo mesón del célebre cheff inglés Marc Fosh (en todo caso a mí me gusta mucho más el restaurante "Simply Fosh's", que también está en pleno centro de Palma, es propiedad del mismo cheff y, en mi opinión, es uno de los mejor restaurante de la ciudad, donde se puede comer por un precio relativamente asequible). Volviendo al asunto de la foto, ya estábamos en el postre cuando se me ocurrió probar allí mismo. Coloqué la cámara encima de mi mesa para hacer una exposición larga, medí y vi que la luz que allí había, con un diafragma no demasiado abierto, requería de unos ocho segundos de exposición. Pero la mesa de enfrente estaba vacía . . . hasta que entró una pareja que se sentó allí. De repente se juntaron muchas cosas: Vino el metre y rápidamente les dejó una carta a cada uno de los dos comensales, y se volvió a ir, también rápidamente; ellos dos se quedaron bastante inmóviles, mientras miraban la carta; además, una señora, rezagada de sus compañeros, entró lentamente por la intersanete, y bien ilumionada, puerta del restaurante . . . Pulsé el disparador y esperé a ver que pasaba. Sin duda era la foto más arriesgada de las cinco. ¡Podía salir un "churro"! Pero . . . tuve suerte . . . la imagen no quedó demasiado mal.


Como conclusión a este experimento puedo decir que, a pesar de que se trataba sólo de una prueba sin demasiada responsabilidad me generó bastante ansiedad y no pienso volver a hacer nada por el estilo cuando tenga que realizar un reportaje fotográfico.

Dicho esto, creo que se trata de un ejercicio que puede resultar de gran utilidad para mejorar la capacidad de "ver a través del visor de la cámara". Creo que en la actualidad, con las estupendas aportaciones realizadas por la fotografía digital, se tiende a hacer fotos en exceso, sin pensarlas demasiado. Este juego que hice en Palma de Mallorca puede ser de gran utilidad para acostumbrarme a pensar las fotos antes de hacerlas y para abandonar el vicio de hacer fotos a “tontas y locas”.

Además, hacer fotos de esta manera tiene otra gran ventaja: el trabajo de posproducción se simplifica enormemente. Normalmente yo habría regresado con varios cientos de fotos de Palma de Mallorca, y luego tendría que haber seleccionado las "buenas" para procesarlas. En este caso la selección ya viene hecha in situ. ¡Sólo traje cinco fotos!

En resumen, no creo que este sea un buen procedimiento de trabajo para hacer un reportaje de un lugar que se visite por primera vez; en cambio, si se trata de tomar fotos en un lugar bien conocido, al que se ya se ha ido en varias ocasiones y, probablemente, al que se volverá a ir en futuro, hacer un práctica como esta puede resultar muy interesante. Y . . . ¡como tengo planeado volver con frecuencia a Mallorca! . . . ¡Creo que por eso me permití este lujo!

 
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