Artículo fotográfico
Fecha de publicación : 1 de Julio de 2008

Tejar Bandrís

Cada vez que voy a comer a La Reserva Rotana, en Manacor - donde, por cierto, se come muy bien - me llama la atención un pequeño y antiguo horno que se encuentra a la orilla del estrechujo camino Bandrís. Precisamente se trata del Tejar Bandrís.

Me llama tanto la atención que algunas veces dejo aparcado el coche en el arcén - cosa nada sencilla en una carreterita como esta - y me doy una vuelta para ver el horno mas tranquilamente. Tiene algo que me atrae.

La última vez que hice esto vi a un señor - luego me enteré que se llamaba Toni - que, aunque despacio, se dirigía directamente hacía mí y, como yo estaba tomando fotografías, tuve la impresión de que venía a decirme que dejara de hacerlo, que estaba prohibido fotografiar el horno. Pero, afortunadamente, no estaba en lo cierto. En realidad era el propietario del horno y simplemente venía a charlar conmigo.

(c) Mamuga

Sólo estuve un ratito con él, porque no estaba tranquilo con el coche mal aparcado, pero Toni Bauçà me atendió maravillosamente, con el encanto de quien enseña algo a lo que ama mucho, algo que ha sido de su familia durante varias generaciones, algo muy pegado a la tierra.

La labor realizada por esta empresa familiar está a caballo entre la artesanía y la industria. Sin duda es artesanía lo que hacen, porque sólo usan elementos tan simples como el agua, la arcilla, la leña y el fuego. Pero también desempeñan una labor industrial, suministrando los productos que fabrican incluso fuera de la isla. Toni me dijo que Porcelanosa le llegó a proponer comprar toda su producción anual, pero que él no pudo aceptarlo, porque no podía dejar “colgados” a sus clientes locales de toda la vida.

Un horno tiene algo mágico. En él se trabaja de una forma parecida a como se hacía hace diez siglos . . . o tal vez veinte siglos, . . . probablemente incluso algo más. Puede que sea por eso por lo que Toni se siente tan orgulloso de lo que hace y puede que tal vez por eso también a mí me gustaba tanto escucharle.

(c) Mamuga

Me contó que todo el proceso era absolutamente ecológico: usan una arcilla de una cantera cercana (“a veces yo mismo tengo que conducir el camión para traerla de la cantera al horno”, me dijo Toni); la piezas se cuecen a fuego lento, pudiéndose así obtener piezas de mayor grosor; la calidad de la arcilla hace que las tejas sean especialmente elásticas; lo que fabrican son las piezas que se han usado en la isla durante toda la vida: la tradicional teja mallorquina, la típica bovedilla curvada, e incluso peldaños de gran grosor.

Y todo sin contaminar: “Hemos tenido inspecciones de la Consejería de Medio Ambiente y siempre hemos quedado bien, además sacamos partido de las aguas pluviales y solo quemamos desechos de madera de los aserraderos que, si no lo hiciéramos, sería un problema para ellos . . . y para la isla”.

Toni me enseñó la fabrica por dentro, justo en el momento en que estaban produciendo bovedillas, y me encantó verlo todo, pero me quedé con muchas ganas de ver el horno a plena acción, un horno que “es muy antiguo. Sigue funcionado exactamente igual que los viejos hornos árabes”. Ojala tenga suerte y la próxima vez que vaya a comer a La Reserva Rotana esté el horno encendido. O tal vez, ahora que ya conozco a Toni, pueda quedar con él para visitar el tejar en uno de esos días en que se enciende el horno para que se produzca la magia. Esa magia que permite hacer algo absolutamente increíble: ¡convertir tierra en cosas!

(c) Mamuga


 
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